
La ambivalencia sentimental (esa mezcla de rechazo y apego hacia la persona que amamos) se despierta cuando ha dejado de cumplir lo que esperábamos de ella y descubrimos que tampoco respondemos al ideal que el otro se forjó de nosotros. Si la ambivalencia resulta insoportable, la pareja se rompe. Es probable que el sentimiento de fracaso permanezca en una relación o se repita una y otra vez, con personas diferentes y en circunstancias semejantes, a menos que se haga un trabajo psicológico para aclarar sus causas.
- Una huida hacia delante

Esta era su tercera ruptura. No comprendía cómo aquel hombre tan encantador y cariñoso de los comienzos se había convertido en su peor enemigo, hasta el punto de devolverle una imagen de sí misma en la que no se reconocía. La llamaba histérica cuando estaba enfadada y siempre desvalorizaba sus sentimientos como algo propio de mujeres.
La relación anterior había tenido un final comprensible desde el punto de vista psicológico. El novio, en este caso, era un hijo único más joven que ella. Lucía tuvo que esforzarse para ser aceptada por los padres de él. Cuando al final lo logró, su resentimiento era ya mayor que el amor, por lo que rompió la relación.
En cuanto a su primer amor, estaba sentenciado desde el principio. Se trataba de un hombre casado que había sido su profesor. Todo fue bien hasta que advirtió a Lucía que no iba a separarse de su mujer. Todos sus amores, por una causa u otra, acababan resultando asfixiantes. Cuando comenzaba a sentir agresividad hacia sus parejas, porque no le permitían ocupar el lugar que ella deseaba, la relación estaba sentenciada. El común denominador es que, pasados los primeros momentos, se sentía poco valorada.
En las rupturas hay una evocación inconsciente de los primeros vínculos amorosos: el de la madre en primer lugar y el del padre después. Ellos fueron los primeros que nos "decepcionaron", pues durante una época les atribuimos una perfección de la que carecían.
- Dependencia excesiva
Toda relación crea dependencia. Quien ama gana compañía, pero pierde libertad. Pero una relación de pareja sana requiere que cada uno preserve su parte de soledad y respete la del otro. Las personas poco seguras de sí mismas se convierten a menudo en ardientes defensoras de la independencia. Tienen tanto miedo a ser dominadas, que prefieren huir cuando la relación se asienta. Entre dos que se aman hay cierta tensión: por un lado quieren fundirse; por otro, seguir siendo dos. Cuando es difícil compatibilizar la segunda premisa con la primera, la pareja se rompe.
Qué nos pasa
- El inconsciente nos obliga a vivir una y otra vez aquello que no podemos recordar.
- Muchos hombres sienten de modo inconsciente que traicionan a la primera mujer que amaron (su madre) y tienen miedo de comprometerse.
- La mujer repite la relación con su madre: idealiza a la pareja y, cuando la ambivalencia aparece porque sus sueños no se pueden cumplir, se va.
- Un fracaso puede enseñarnos mucho de nosotros mismos. Señala qué es lo que no queremos y qué hay que preguntarse para investigar lo que nos sucede.
- Hay que dejar de culparse por lo que no ha salido bien y considerar la dimensión inconsciente, que puede elaborarse en una psicoterapia si queremos cambiar el modo que tenemos de elegir pareja.
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