no quería ser el clavo que sacara a otro clavo.
Antes siquiera de terminar nuestra primera cita yo ya sabía de ella.
No había pasado mucho tiempo de habernos conocido y su nombre ya había
sido mencionado en nuestra conversación más de 5 veces.
Pensé en que no soy partidaria de las reglas en las citas, así que no
lo descartaría por “hablar de la ex” cuando recién nos estábamos
conociendo. Además, quién iba a imaginar que me enamoraría de él tan profundamente.
Me contó que habían terminado ya hace un tiempo, y que se habían
tenido que separar porque ella se había ido a vivir a otro país y que
había sido muy, muy difícil para ambos. De principio, no me importó
escuchar de ella, de cómo lo había marcado, de lo importante que había
sido, de que había sido la primera vez que se enamoraba de verdad. Sin
embargo, a medida que seguíamos saliendo, más me gustaba, y
escuchar ese nombre colarse de vez en cuando en nuestras conversaciones
cada vez me producía más revoltijos en el estómago.
Especialmente porque me atormentaba pensar que ellos no habían terminado
porque ya no se querían, sino por una situación externa. Y ese
sentimiento seguía creciendo a medida que avanzaba la relación.
No podía creer la etiqueta que yo misma me había puesto: “la
siguiente después de la importante”. Me convertí en alguien que ni yo
reconocía. Salió una parte de mí que no sabía existía. Me volví
insegura, celosa, negativa y dubitativa. No quería ser el clavo que
sacara a otro clavo, y a pesar de que había encontrado al amor de mi vida, estaba más lejos que nunca de la felicidad.
Tampoco le comunicaba a él qué era lo que me pasaba. Me sumía en mi propia angustia, rabia e impotencia, preguntándole al mundo por qué no podíamos ser como el resto de las parejas.
O, en realidad, como las parejas de las películas en donde las cosas
son simples, en donde ambos son el primer y único gran amor del otro. E
inevitablemente las cosas se pusieron feas. Entendía que él ya no
soportara a alguien con tanta nagatividad a su lado.
Y es que pesar de todo, y de que el nombre de su ex apareciese de vez
en cuando (aunque cada vez con menos frecuencia), él era realmente
increíble conmigo. Preocupado, atento y caballero. Y yo no podía ver
eso, solo por el ridículo hecho de que quería escuchar de él las palabras “eres mi gran amor” o “nunca había sentido o hecho esto por nadie”. Y,
recién ahí me di cuenta de la estupidez que había estado haciendo. Me
di cuenta que en realidad sus acciones decían mucho más que eso, y esta
vez me propuse cambiar mi etiqueta de “la siguiente después de la
importante” a “otra importante después de la importante”.
Y comprendí que las cosas no son blanco o negro. Que uno sí puede
enamorarse más de una vez en la vida, y que un amor importante no tapa
ni reemplaza el recuerdo del otro, sino que lo complementa. Me di cuenta
de que las relaciones terminan por algo y que por una razón, en este
caso más allá de la separación por kilómetros, había algo que no
los había destinado a estar juntos, pero sí a nosotros.
Me di cuenta que mucho de lo que él era ahora había sido por esa
importante relación, y que ser la “siguiente” en realidad tenía otro
significado aquí. Esta vez ser la siguiente significaba que él había
podido continuar con su vida, que a pesar de haber tenido un gran amor, este no había sido el único, y que había podido abrir su corazón a una nueva oportunidad.
Hoy, ya llevamos 4 años juntos, y no sé lo que pueda pasar de aquí en
adelante, pero lo que sí sé, es que aunque no me lo haya dicho, también
soy su gran amor.
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